El
universo es el pulmón de Tuisto, el cual respira rítmicamente, dentro y
fuera. Su cerebro es el pensamiento congelado en el colapso del
universo. Ese pensamiento se activa nuevamente, cuando Tuisto respira, y
permita elevar el calor de la explosión de Óðinn. Entonces el
pensamiento de Tuisto toma formas y crea un nuevo y vívido universo.
El
pensamiento de Tuisto dirige sus dos palmas redondas. La fuerza de la
explosión está en una de ellas, la gravedad en la otra. Una de ellas
es el agujero blanco del universo, la otra es el agujero negro del
universo. Con eso, Tuisto puede moverse alrededor de los cuerpos
celestes, irradiando o incrementado o decreciéndolos.
En
cada agujero negro, existen las llamadas singularidades desnudas.
Además de estos, allí existen agujeros invisibles en el universo, los
cuales llamamos agujeros gusano. Allí, los objetos pueden ingresar a
fin de salir en un lugar completamente diferente del universo;
independiente, tanto del tiempo y del espacio. Las salidas de esos
agujeros son los que podemos llamar agujeros blancos. La masa que fue
atraída hacia el agujero negro (por la gravedad) choca en su lugar en un
agujero gusano; donde se ruptura la salida del agujero blanco con una
enorme fuerza.
Los
agujeros negros sólo conseguirán ser más enormes, y sólo gravitará más y
más materia en el universo, hasta que un agujero sea tan grande que sea
capaz de absorber toda la demás masa del universo. Es allí donde
entra el rol de Irminsûl, porque es verdaderamente Tuisto, el dios-pilar
en el centro – el gran asiento, que se suponía balanceaba las otras dos
proto-fuerzas. El cerebro de Tuisto, el pensamiento, puede situar
agujero gusano dentro de los agujeros negros, así que ellos vaciaban la
masa más rápido de lo que podían ser llenados. Así una mano anula y la
otra mano acciona, lo cual resulta en balance.